—TRIGGER WARNING—
En este post comparto un poco de lo que escribo en general fuera del blog. Traigo una prosa súper personal sobre mi lucha con mi trastorno alimenticio, comprenderás que es un texto un poco crudo.
Así si crees que leer esto podría perjudicarte de alguna forma, o hacerte daño, te pido que por favor no lo leas.
2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017
Más o menos ocho años.
2015, 2016, 2017.
Más o menos dos años.
Ocho años son los que han pasado desde ese primer puto día en el que por hacer un trabajo de historia y sociedad en octavo básico conocí los blogs pro-ana y pro-mia.
Hay gente que los ve y se horroriza, se espantan. Yo no, yo admiré a las princesas, yo caí en el primer momento. Al ver esas páginas un monstruo en mí despertó.
Nunca me sorprendieron. No fue algo nuevo. Los blogs me reencontraban con algo familiar. Conocerlos no se sintió como conocerlos, el contacto recuperaba un recuerdo suprimido. Así se sentía.
Como un click. Una extraña forma de calzar en ese mundo, una enferma pertenencia, con sabor a prohibón.
Y nunca realmente había visto esos blogs antes.
Es extraño, cuando odias cada parte de tu cuerpo la más mínima idea de que puedes cambiarlo te da esperanza. Y esa esperanza se transforma en una promesa.
Y la promesa en un compromiso.
De que después vas a poder hacer todo lo que antes no podías por culpa de tu cuerpo. De que esta es la salida y todo va a ser perfecto.
Sólo espera un poquito, unos mesecitos y lo dejas. El tiempo suficiente para hacerte un cuerpo nuevo en el que sí valga la pena vivir.
Bullshit.
Un cuerpo nuevo que todos van mirar, admirar, desear, envidiar, amar.
Un cuerpo que dice a gritos que eres constante. Que no eres lo suficientemente egoísta para comer, qué puerca.
Un cuerpo que te define como delicada.
No te pueden decir descuidada. No te pueden decir floja, no te pueden decir gorda.
Gorda. El peor insulto posible. La máxima pesadilla.
El peor de los fracasos.
No recuerdo que me hayan sentado para decirme “tienes que saber que si eres gorda nadie va a amarte”,
no me enseñaron que la delgadez era el camino a la perfección,
pero estaba predispuesta.
Bastaba con una imagen. Una palabra. Un gatillo.
Una pequeña exposición para que mi sinergia de personalidad, genes y contexto social explotaran en el desarrollo de una enfermedad.
Para que aprendiera a canalizar mis problemas en el control,
o en la ausencia absoluta de él.
Algunos somos así, algunos lo tenemos y quizás tengamos que luchar con esto por siempre.
Si queremos, obviamente.
Han sido entre dos años y tres años desde que decidí cambiar.
Desaprender lo aprendido: el desafío más difícil.
Entre dos y tres años, y estoy más fuerte que nunca.
No escogería regresar. Ya ni siquiera es una opción.
Pero no es así como funciona, porque nunca es una decisión real, enfermarse no lo es. Eso no lo escoges.
Lo tienes, lo expones, detona. Aunque parezca una decisión consciente.
Y yo aún lo tengo a flor de piel.
En dos segundos puedo re-transformarme. En cinco minutos estar contando calorías mañana estar ayunando. El viernes comiendo hasta reventar, casi hasta la inconsciencia.
Puedo hacerlo.
Esto es algo que no se olvida.
¿O sí? ¿Se irá algún día?
Eso es lo que quiero creer. Por ahora sigue aquí.
Por ahora lo sigo ignorando.
Por ahora escojo no ser así. Y eso sí es una decisión.
Pasar al lado de las sombras y no mirarlas a los ojos. Quizás escucharlas, quizás prestarles un poco de atención.
Pero nunca jamás cumplir con sus mandatos.
Que te prometen paz pero no viene más que guerra.
Quizás algún día se aburran, quizás algún día se vayan, honestamente no lo sé.
Le pido al universo que así sea.
Pero mientras no lo sepa, aquí seguiré.
Con mi lucha silenciosa y cotidiana.
Puede que vaya lento, a pasitos de caracol, pero sé que estoy ganando.
Los puentes por los que he caminado, por fin los estoy quemando.
Pol
Me senti tan identificada <3
No sé si te sentiste identificada para bien o para mal, espero que no te haya hecho daño.
Gracias por leer <3