Aviso: por la contingencia del país en un inicio había pensado no seguir actualizando mi blog hasta que la situación cambiara. Lamentablemente, mi blog es pequeño y para que crezca es fundamental seguir creando contenido por lo que decidí seguir publicando. Quiero dejar claro que no es que no me interese la realidad del país, sino que para mi proyecto sea visto de forma seria es súper necesario mantener de publicaciones.
Espero tu comprensión <3
Soy una persona extremadamente apegada. Me aferro con facilidad a las cosas, a la gente, a los lugares. A lo material, a lo que no es concreto. Al tiempo que se nos escapa de las manos, a las etapas de la vida que sentimos eternas y vemos efímeras cuando ya se fueron.
Me gusta mucho recordar momentos anteriores de mi vida. El colegio, mis viajes. Cuando estudié otras carreras… traigo esos recuerdos a mi mente como intentando no permitirme olvidar las experiencias vividas. Como si tuvieran un valor incalculable.
A veces me descubro intentando recordar por ejemplo, la habitación donde me quedé en Francia. La disposición de los muebles. Los olores de la casa y con ellos las sensaciones de aventura y soledad. Asombro y angustia.
Otras veces intento recordar los pasillos del instituto donde aprendí inglés en Denver, o las salas del colegio donde hice toda mi educación escolar. Invoco y evoco la sensación de intensidad, de que todo es absoluto, de tener todo el futuro por delante, bien adolescente.
De repente hago memoria de esos amigos que por diversos motivos ya no lo son. Generalmente esos motivos son el tiempo y distintas circunstancias de la vida. Recuerdo momentos vividos con ellos. Risas compartidas, anécdotas. Roces, discusiones. Intento recordarlo todo.
A veces incluso me castigo por cosas que dije hace más de diez años.
(Sí sé que eso es ansiedad, no me diagnostiquen please).
Si tengo que despedirme de una pareja me cuesta un mundo. Llegar a tomar la decisión de terminar a veces se siente como si fuera una mini muerte, y de cierto modo lo es. Y aunque cada vez que lo decido sé que no es así, no puedo evitar sentirlo.
Por eso extiendo relaciones inextendibles y aplazo lo inevitable.
Y si fue la otra parte la que me dijo adiós, peor aún.
¡Todavía más difícil!
Porque caigo en el juego de ¿Qué hice mal? ¿Qué dije que no debí haber dicho? ¿Qué vulnerabilidad mostré que no debería haber mostrado?
O al revés ¿Qué aspecto de mí debí mostrar para ser más interesante? ¿Más entretenida? ¿Más atractiva?
¿Qué debí hacer para que se quedara?
Básicamente un cabeceo de qué debí hacer o no, para alterar el resultado.
Porque obvio que es imposible que yo, Paula Murat no tenga el control absoluto de cada situación que se me cruza por delante.
Porque finalmente pensar y repensar algo es una búsqueda de alterar los hechos. De que si hubiera alterado el factor X, Y o Z, hubiera tenido otro resultado. Y de que quizás aún puedo, de alguna forma manipular estos factores para tener el control.
Porque ante la vida, llena de incertidumbres, intentar controlarlo todo de repente es como una garantía de seguridad.
Mi yo terapeada, compuesta y altruista sabe que ese no es el camino.
Mi yo de fábrica, esa yo de más o menos 20 años sin terapia y malos hábitos muchas veces todavía pesa.
El punto es que tanto lo bueno como lo malo, de igual forma me cuesta dejarlo ir.
Es por esto que para poder soltar a un algo o alguien tengo que estar 100% absolutamente convencida de que ya no tiene nada para aportarme. Y cuando ese 100% no es claro, tomar la decisión es un martirio porque “¿Y si…?”.
Quizás si cambio X, me quiera. Si manipulo Y quizás esta amiga tóxica no sea tan tóxica. Si altero Z quizás estas personas dejen de tirarme mala onda gratuita.
Porque cortar por lo sano a veces es terriblemente difícil para mí.
Pero en esa realidad paralela en que la Pol terapeada le gana siempre a la Pol no-terapeada, no es así y basta con que un algo o alguien no me aporte más cosas buenas que malas para poder soltar.
Y en realidad si un aspecto de mi vida sobrepasa lo negativo sobre lo positivo, debería ser causal suficiente para dejar las cosas hasta ahí. A menos que claro, esté en esa situación con un objetivo específico por un tiempo determinado.
En esta realidad paralela, donde la Pol terapeada es la que manda, no disculpo a quien no se ha disculpado, ni le doy segundas oportunidades a quien no me las ha pedido. Pero también soy más sensata, y guardo menos resentimientos y rencores.
Vivo más en el presente. Me enfoco más en el ¿Qué puedo hacer ahora? que en el ¿Y si…?
No sé cuántos alineamientos de chakras, meditaciones, dosis de fluoxetina (o clotiazepam), sesiones de terapia o mascotas me lleven a ese lugar. Pero peleo todos los días para acercarme.
Ha sido bien difícil pero creo lentamente estarlo logrando. De a poco estoy consiguiendo que sea mi versión terapeada la que predomine frente a la no-terapeada.
Siento, a pesar de los tiempos difíciles que estamos viviendo, que voy recuperando las fuerzas que en estos últimos meses había perdido.
Que vuelvo a tener estabilidad emocional.
Y para mí, poder discernir y escoger, lo que aporta cosas buenas a mi vida y lo que no, es fundamental.
¿Y para ti? ¿Es igual de difícil dejar ir o te cuesta menos? Cuéntame en un comentario 🙂
¡Gracias por visitar mi blog y por leer! Espero que todo esté bien por tu lado, que tú y tu gente estén seguros, mucho aguante.